El gobierno de Italia, liderado por la primera ministra Giorgia Meloni, pondrá en práctica una serie de reformas que buscan reforzar la seguridad y el orden público. Estas medidas, que incluyen penas de cárcel por bloqueos de carreteras y la posibilidad de castración química para violadores, generaron un intenso debate político.
Uno de los aspectos más controversiales de este nuevo paquete de reformas es la imposición de penas de hasta dos años de prisión para quienes bloqueen carreteras o vías férreas, un método de protesta frecuente en movimientos sindicales y ecologistas. Por este motivo, el decreto fue bautizado como “anti-Gandhi”.
Hasta la promulgación de esta normativa, dichas acciones solían ser sancionadas únicamente con multas administrativas, por lo que este endurecimiento legal fue visto por algunos sectores como una medida necesaria para mantener el orden, especialmente en un país donde las protestas suelen interrumpir el funcionamiento de infraestructuras clave.
No obstante, los críticos argumentan que criminalizar formas pacíficas de protesta puede amenazar derechos fundamentales, como la libertad de expresión y de manifestación. Además, la reforma introdujo penas más severas para los actos de resistencia pasiva.
En este contexto, los detenidos o migrantes en centros de acogida que se resistan a la autoridad o participen en revueltas podrían enfrentar penas de entre uno y cinco años de prisión. Esto ocurre en un momento en el que el sistema penitenciario italiano está bajo intensa presión, con un hacinamiento severo: 61.840 internos en instalaciones diseñadas para solo 46.929 personas.
El decreto también se dirige a las protestas relacionadas con grandes proyectos de infraestructura, como el polémico tren de alta velocidad o el puente del estrecho de Messina. Las manifestaciones que busquen bloquear el avance de estas obras podrían llevar a los participantes a ser condenados a hasta seis años de prisión si se cometen actos de violencia o amenazas. El gobierno argumentó que este tipo de proyectos son estratégicos para el desarrollo del país y que su bloqueo afecta a la economía del país.
Por el momento, se creó una comisión técnica para evaluar su viabilidad, y su implementación dependerá de la aceptación voluntaria por parte de los condenados. A cambio, los agresores sexuales que opten por este tratamiento podrían ver suspendida su pena de prisión de manera condicional.
Sin embargo, las reacciones a estas medidas fueron diversas. Mientras algunos sectores de la sociedad italiana aplauden el enfoque más rígido del gobierno, en especial ante el aumento de la criminalidad y la percepción de inseguridad, otros advierten sobre los peligros que supone restringir derechos civiles.
Diversos analistas políticos señalaron que este tipo de políticas podrían aumentar la represión y crear un clima de tensión social en un país que ya enfrenta importantes desafíos internos. Las reformas promovidas por Giorgia Meloni podrían cambiar la dinámica del orden público en Italia, pero el debate sobre su legitimidad y eficacia sigue abierto.
Fuente: Canal 26