En el Bosque Nacional de Caxiuanã, al norte de Brasil, Bacuri, un joven manatí amazónico, encabeza un esfuerzo comunitario y científico para salvar a su especie, amenazada por la caza ilegal y el cambio climático. Su historia refleja una nueva esperanza para la biodiversidad del Amazonas.
Bacuri no es solo un manatí rescatado: representa un modelo de conservación efectivo en la selva amazónica. Encontrado con apenas 10 kilos, este joven ejemplar hoy se desarrolla bajo cuidados intensivos en el Bosque Nacional de Caxiuanã, en el estado de Pará, como parte de un proyecto que busca revertir el declive de su especie. La colaboración entre científicos, ambientalistas y pobladores ribereños ha convertido su crianza en un caso ejemplar de protección de fauna vulnerable.
El manatí amazónico (Trichechus inunguis) es el mamífero acuático más grande de la cuenca amazónica. A pesar de su tamaño —puede superar los 400 kilos en edad adulta—, su naturaleza silenciosa y sus hábitos reclusivos lo vuelven difícil de avistar.
Durante siglos fue cazado por su piel, altamente valorada en mercados internacionales. Aunque Brasil prohibió la caza en 1967, algunas excepciones legales y la demanda clandestina mantienen viva esta amenaza. En varias comunidades aún se comercializa carne de manatí de forma ilegal, afectando gravemente a una población que se reproduce lentamente.
Desde su rescate, Bacuri ha sido atendido por el Museo Emilio Goeldi, el Instituto Chico Mendes (ICMBio) y el Instituto Bicho d’Água. Actualmente, pesa cerca de 60 kilos y es el único manatí en crianza en la región de Caxiuanã.
Recibe tres biberones diarios y una dieta complementada con vegetales como zanahoria y remolacha. Su piscina, limpiada cada 48 horas, es un espacio controlado que permite observar su desarrollo y planificar su eventual reintroducción a su hábitat natural.
La estación científica, situada a dos horas en lancha desde Portel, también cumple una función educativa. Allí se reciben visitas escolares que ayudan a conectar a los más jóvenes con la fauna que los rodea. A través de talleres y charlas, los niños aprenden sobre el ciclo reproductivo del manatí, que incluye un año de gestación y dos años de lactancia.
Cuando Bacuri complete la transición a una dieta exclusivamente vegetal, será trasladado a un río identificado con ayuda de comunidades locales. Ese entorno deberá cumplir con las condiciones necesarias para asegurar su adaptación y supervivencia.
Dos intentos previos de crianza en la región no tuvieron éxito, por lo que la colaboración con las poblaciones ribereñas resulta clave. La bióloga Tatyanna Mariúcha, directora de la base Ferreira Penna, destaca que ningún avance es posible sin el respaldo de quienes habitan el territorio: “No podemos simplemente venir aquí y hacer cosas sin su consentimiento”.
Además de la caza, el cambio climático emerge como un nuevo factor de riesgo. En 2023, decenas de delfines murieron en la Amazonía debido a las altas temperaturas durante una histórica sequía. Aunque los manatíes lograron refugiarse en aguas más profundas, los expertos advierten que esta estrategia podría no ser suficiente si las condiciones extremas se repiten.
“Tienen un límite térmico que, eventualmente, podría ser superado”, señaló la investigadora Miriam Marmontel, del Instituto Mamirauá.
Actualmente, en el estado de Pará se cuidan alrededor de 60 manatíes rescatados. El Instituto Bicho d’Água protege a cuatro de ellos en colaboración con la Universidad Federal de Pará y el gobierno brasileño. Uno de los casos más impactantes es el de Coral, una hembra con quemaduras graves que fue trasladada por vía aérea más de 1.000 kilómetros desde Óbidos hasta Castanhal para recibir atención especializada.