El proceso del efecto invernadero no es perjudicial para la Tierra en su origen. Cuando se produce de forma natural en la atmósfera, contribuye a controlar la temperatura del planeta para que sea favorable a la vida. La NASA (la agencia espacial estadounidense) define el efecto invernadero como la forma en que los gases de efecto invernadero atrapan el calor en la Tierra.
Sin embargo, el efecto invernadero se ha visto potenciado por la interferencia humana desde la Revolución Industrial, cuando se liberaron a la atmósfera grandes cantidades de gases como el dióxido de carbono (CO2), los óxidos nitrosos (N2O), el metano y el vapor de agua.
La emisión de estas sustancias, también conocidas como gases de efecto invernadero (GEI), se produce de diversas formas, pero las principales son la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la producción global de alimentos y bebidas a través de la agricultura. Esta última, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es responsable de casi un tercio de las emisiones mundiales de GEI.
¿Cómo se produce el efecto invernadero?
Los GEI actúan ayudando a retener el calor emitido por el Sol dentro de la atmósfera del planeta. Esto crea una especie de «manta» alrededor de la Tierra, manteniéndola más caliente.
La NASA destaca en su investigación que, en el último siglo, la actividad humana ha alterado el equilibrio energético del planeta al quemar combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, lo que genera más dióxido de carbono en el aire. Por tanto, cuanto mayor sea la cantidad de gases de efecto invernadero producidos, mayor será la posibilidad de que aumente la temperatura, como se ha visto con el cambio climático de los últimos años.
Aunque el dióxido de carbono, en concreto, es importante para mantener estable la temperatura del planeta, según la NASA -ya que sin él el efecto invernadero natural de la Tierra se colapsaría y las superficies terrestres podrían ser hasta 33ºC más frías-, cuando existe en cantidades excesivas en el proceso, acaba absorbiendo más calor en la atmósfera, repercutiendo en las temperaturas que, como se ha constatado, pueden subir constantemente.
En los últimos años se han superado los récords de calor en los termómetros, así como el aumento del deshielo de los casquetes polares, el calentamiento del agua de los océanos y los fenómenos naturales extremos (como ciclones, inundaciones y sequías), que también son consecuencia de un efecto invernadero descontrolado y del aumento de las temperaturas en la Tierra, como han advertido los expertos.
Fuente: National Geographic