Christian Dodaro, especialista en cultura popular y comunicación sindical, analizó el éxito del discurso libertario en redes sociales y medios tradicionales, que posibilitó la llegada a la presidencia de Javier Milei, y trazó las posibilidades de generar una “oposición” a ese fenómeno.
El docente universitario sintetizó que, en la actualidad, hay una “discusión de superficie en la conversación pública que tiene que ver con ¿qué se le opone; qué discurso, que narrativa, qué proyecto, qué promesa, se le opone a lo existente?”.
En este sentido, evaluó: “No hay ningún discurso, ninguna narrativa, ninguna épica, ningún lugar al queramos ir, individual o colectivamente, que no sea la épica que le prometieron a los miles desde el discurso libertario, que sí propuso una épica, un relato, en el que los pibes y los no tan pibes puedan creer. Es un relato en el que el esfuerzo, el desarrollo personal, el poder lograr las cosas a través de nuestro propio esfuerzo era un elemento central”.
Dodaro remarcó que, además, ese discurso necesitó de la circulación para que llegue, por ejemplo, “a los pibes de San Luis, a la gente de San Luis, al laburante que está todos los meses corriendo detrás de la inflación”.
“En la circulación se dan dos estructuras: por un lado, los medios tradicionales, que tienen sus intereses propios, tienen un nivel de concentración de capital que hacen que el dueño de un medio de comunicación sea, al mismo tiempo, el dueño o tenga intereses en una empresa hidroeléctrica, o lo que sea; pero también hay una inversión en estrategias en las redes sociales”, detalló.
Esa estrategia, implementada en la política argentina desde la irrupción del asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, plantea que los votantes deciden su sufragio “por emociones y no por decisiones racionales”.
Dodaro consideró que, en ese punto, hubo una falencia en la política en dejar de construir en comunidad que permita a los ciudadanos discernir que “lo que llega por los medios es un chamuyo”.
Esa estrategia se potencia con mensajes que aparecen en las principales redes sociales. Por ejemplo, que “aparezca un muchacho de unos 30 o 40 años, que dice desde Miami o desde Europa, pero es hijo de un bróker o un heredero, que con esfuerzo, que te va a enseñar a importar de China, te vas a volver artífice de tu propio destino; pero todo el mundo va a querer importar de China y se van a fundir todos los pibes y eso nadie se lo está diciendo”.
El investigador indicó que existe otra mirada que no está tan orientada a conseguir bienes de manera inmediata. “Yo no me siento feliz si tengo tres piletas en el fondo de mi casa, porque no las voy a usar; yo soy feliz en la pileta de mi club. No soy feliz si tengo 50 kilos de carne en el freezer, soy feliz si tengo la comida suficiente para compartir un asado con mis amigos”, sentenció.
De esta manera, resaltó, que no es solo la circulación del mensaje lo que debe oponerse al discurso libertario, sino también el contenido. “No estamos diciéndole a la gente de San Luis que nosotros antes compartíamos, que teníamos cosas comunes, los diques, las sierras, un montón de cosas que son nuestras, no son de una persona, son de todos”, añadió.
Por eso, concluyó, las redes sociales deben tener una función en la construcción de vínculos, pero el “trabajo” para enfrentar el discurso libertario “hay que ampliar los circuitos y para eso hay que ir a buscar a los pibes dónde están; hay que rescatar el espacio en el que los pibes se juntan, tenderles un diálogo”.
Y recomendó a la dirigencia que busca esa alternativa: “Más que el celular para hacer un TikTok, agarren un termo y vayan a dónde los pibes juegan al básquet; a dónde hacen batallas de Hip Hop, y pónganse a preguntar qué hace falta, qué les pasa”.