El chicle, un producto consumido en todo el mundo desde hace décadas, se convirtió en un contaminante persistente que afecta suelos, ciudades y ecosistemas acuáticos. La preocupación crece tras nuevos análisis que revelan cómo este residuo cotidiano —compuesto en un 95% por polímeros plásticos— puede fragmentarse en microplásticos que permanecen durante décadas en el ambiente.
Una historia que evolucionó con la industria
Las primeras civilizaciones masticaban resinas naturales por sus supuestos beneficios. Siglos después, ese hábito dio origen al chicle moderno, que en el siglo XX incorporó sabores artificiales y envoltorios individuales, logrando consolidarse como un producto global. Incluso durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de los envíos a soldados como un gesto de confort.
Sin embargo, el crecimiento industrial transformó por completo su composición: la base vegetal fue reemplazada por materiales derivados del petróleo, intensificando su impacto ambiental.
El lado oculto del chicle: plástico, residuos y contaminación
Un pequeño desecho que genera un problema gigantesco
El 95% de las gomas de mascar actuales contienen polímeros similares a los utilizados en neumáticos o envases plásticos. No se biodegradan y pueden permanecer intactas durante décadas. Se estima que cada año se desechan alrededor de 250 mil toneladas de chicle en todo el mundo.
Adherido a veredas, mobiliario urbano o espacios públicos, este residuo se convierte en una de las basuras más costosas y difíciles de remover para las ciudades.
Contaminación urbana persistente
El chicle pegado en las calles permanece por años. Removerlo requiere maquinaria especializada y productos químicos, lo que eleva los costos municipales. Además, deteriora el paisaje urbano y contribuye a la dispersión de microplásticos en los espacios públicos.
Del pavimento a los ecosistemas acuáticos
Cuando la lluvia arrastra estos residuos a desagües y ríos, los polímeros del chicle se fragmentan en microplásticos que afectan:
- Peces
- Aves
- Moluscos y organismos filtradores
Estas partículas pueden alterar ciclos biológicos, provocar toxicidad y llegar a la cadena alimentaria, afectando incluso al ser humano.
Por qué el chicle contamina: claves del problema ambiental
Efectos más relevantes
- Persistencia extrema: su base plástica no se degrada de forma natural.
- Liberación de micropartículas: cada chicle puede generar miles de microplásticos.
- Impacto visual: las manchas negras en veredas son símbolo de una contaminación extendida.
- Transporte hacia ríos y mares: las lluvias arrastran los residuos hacia cuerpos de agua.
- Aporte masivo a la crisis global de desechos: es uno de los residuos urbanos más frecuentes.
Hacia un futuro más limpio: alternativas y soluciones
Chicles naturales y biodegradables
El regreso a resinas vegetales, como látex natural o chicle orgánico, permite sustituir los polímeros sintéticos por bases biodegradables que se degradan sin dejar microplásticos.
Evitar saborizantes artificiales también disminuye la carga química del producto.
Envases sostenibles y consumo responsable
Las marcas que utilizan cartón reciclado, papel biodegradable o envases compostables reducen significativamente el impacto ambiental.
Además:
- Comprar chicles de producción local baja la huella de transporte.
- Elegir empresas con prácticas laborales responsables genera un impacto social positivo.
- Optar por marcas con certificaciones ecológicas facilita decisiones más conscientes.


