Es una escena que se repite cada diciembre en millones de hogares: la decoración navideña está lista, el árbol brilla en el salón y la familia se reúne para ver una película en streaming o hacer una videollamada. Sin embargo, algo falla. La imagen se congela, la calidad del vídeo cae en picado o la web tarda una eternidad en cargar. La reacción inmediata es culpar al operador de turno o reiniciar el router con frustración, asumiendo que la red está saturada por las fechas.
Lo que pocos usuarios sospechan es que el origen del problema no está en la infraestructura de la fibra óptica ni en un problema del proveedor, sino parpadeando inocentemente a pocos metros del router. Las luces de Navidad, específicamente aquellas versiones LED de bajo coste y dudosa calidad, actúan como generadores de interferencias que pueden degradar la señal inalámbrica de forma notable. No es magia negra, es física básica: estamos introduciendo ruido electromagnético en el mismo canal por el que intentan viajar nuestros datos.
Qué efecto tienen las luces de navidad para el Wifi
El conflicto surge porque estas ondas «basura» operan a menudo en la misma frecuencia que la banda de 2.4 GHz, que es la autopista principal que utilizan la gran mayoría de los routers WiFi, así como los dispositivos Bluetooth, los vigilabebés y los microondas. Al encender las luces, estamos creando una «niebla» de ruido electromagnético. El router y tu móvil intentan comunicarse a gritos a través de esa niebla, lo que provoca que muchos paquetes de datos se pierdan por el camino y deban ser reenviados, ralentizando todo el proceso.
No se trata de una suposición teórica. Organismos reguladores como Ofcom (el regulador de las comunicaciones en el Reino Unido) han publicado estudios advirtiendo que la iluminación navideña mal apantallada puede reducir la velocidad de la conexión WiFi de manera significativa. No es que las luces corten el cable, es que saturan el aire. Si a esto le sumamos que en muchas casas el router se encuentra en el salón, justo al lado del árbol de Navidad (porque es donde está la toma de fibra o teléfono), tenemos la tormenta perfecta para una conexión inestable.
Más allá de la electrónica de las luces, la propia estructura de la decoración navideña juega en nuestra contra. Pensemos en cómo decoramos el árbol: lo llenamos de espumillón, bolas con acabados metálicos y cientos de cables de luces enrollados. El metal es el enemigo natural de las ondas WiFi, ya que actúa como un espejo que rebota la señal o como un escudo que la bloquea. En la práctica, un árbol de Navidad muy cargado de adornos metalizados funciona como una barrera física, casi una pequeña jaula de Faraday, que impide que la señal se propague correctamente hacia el resto de la casa.
El impacto en el rendimiento es medible y palpable. Pruebas técnicas del mismo estudio han demostrado que encender un juego de luces de baja calidad cerca del router puede provocar una caída de hasta un 15% en la velocidad de descarga. Pero el problema más grave no es siempre la velocidad bruta, sino la latencia (el ping). Se ha observado que la latencia puede duplicarse, pasando de unos estables 20 ms a 40 ms o más. Esto quizás no afecte tanto a quien lee un periódico online, pero es fatal para quien juega online, realiza videollamadas de trabajo o consume contenido en directo, donde ese retardo se traduce en cortes y pixelaciones.
Fuente: C5N


