Estados Unidos intensificó la presión sobre Venezuela con la confiscación de nuevos buques petroleros ordenada por Donald Trump, mientras Nicolás Maduro refuerza su discurso de resistencia. En este escenario, Brasil, con Luiz Inácio Lula da Silva al frente, impulsa una salida diplomática para evitar una escalada regional.
Confiscación de buques y mayor asfixia económica
El gobierno de Donald Trump profundizó su estrategia de presión contra el chavismo con la incautación de dos buques petroleros venezolanos durante el último fin de semana. La medida, confirmada por Washington, representa un nuevo golpe económico para Caracas y se suma a una serie de acciones financieras y militares que buscan debilitar al régimen de Nicolás Maduro.
Desde Venezuela, el oficialismo calificó la operación como un acto de “piratería”, aunque por el momento la maniobra aleja la posibilidad de una acción militar directa. La ofensiva se da en un contexto de fuerte tensión diplomática y creciente protagonismo de actores regionales que buscan una salida negociada.
Brasil y México apuestan a la vía diplomática
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se posicionó como uno de los principales impulsores de una solución política al conflicto venezolano. Antes de la última cumbre del Mercosur en Foz de Iguazú, Lula anticipó su intención de volver a dialogar con Trump para explorar alternativas que eviten un enfrentamiento en la región.
La iniciativa brasileña cuenta con el respaldo de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y podría sumar a Qatar como mediador internacional. El país árabe, aliado de Estados Unidos, ya tuvo un rol destacado en negociaciones recientes en Medio Oriente y ofreció colaborar en el conflicto venezolano.
Del conflicto comercial al diálogo político
La actual sintonía entre Brasil y Estados Unidos contrasta con tensiones previas. Tras la asunción de Trump, Washington había impuesto fuertes aranceles a productos brasileños, que luego fueron retirados tras un encuentro entre ambos mandatarios durante la cumbre de la ASEAN en Malasia y una posterior conversación telefónica a comienzos de diciembre.
Ese deshielo diplomático abrió la puerta a que Brasil asuma un rol activo como interlocutor entre la Casa Blanca y Caracas, en un intento por reducir la confrontación.
Nicolás Maduro respondió a la confiscación de los buques petroleros con duras críticas a Estados Unidos, al que acusó de actuar como “corsarios”. En mensajes difundidos por redes sociales, aseguró que el país está preparado para profundizar su modelo político, sin brindar detalles sobre la magnitud real del impacto económico.
Analistas y exfuncionarios venezolanos coinciden en que este tipo de sanciones no provocan un colapso del poder chavista, aunque sí agravan la situación social. Comparaciones con la experiencia cubana refuerzan la idea de que el régimen prioriza la resistencia política, aun a costa de mayores dificultades para la población.
Un liderazgo basado en la exposición constante
En medio de la presión internacional, Maduro intensificó su presencia mediática. Con discursos casi diarios, actos televisados y mensajes dirigidos a su base política, el mandatario refuerza una narrativa de confrontación con Estados Unidos y de defensa de la soberanía nacional.
Este estilo, cercano al espectáculo político, busca consolidar apoyos internos y desplazar el foco del impacto económico real de las sanciones, mientras se profundiza la represión y el control interno.


