- Por Carlos Carlos, profesor
La elección del heredero del Papa Francisco abrió muchos interrogantes, parte de los cuales se empezaron a disipar cuando, con unas simples palabras en idioma castellano, su sucesor saludó a su querido Chiclayo peruano, agradeciendo a su predecesor Francisco y hablando de «una iglesia para los pobres», adoptando además el nombre de León XIV.
Un agustiniano, admirador de León XIII, quien, en su papado, marcó un antes y un después para la inclusión de los trabajadores y el reconocimiento de sus derechos a la dignidad en la brillante encíclica «Rerum Novarum», y que, en su largo papado, dio nacimiento a «La Doctrina Social de la Iglesia». Estos legados marcaron al obispo Robert Prevost, quien decidió designarse con el nombre de León XIV, similar al León de los sindicatos.
Así como León XIII tuvo la visión de poner en público la lucha por los derechos de los trabajadores a salarios y condiciones dignas, de criticar al capitalismo desregulado y deshumanizante de la Revolución Industrial de finales del siglo XIX, y de reclamar el justo equilibrio entre la propiedad privada y el bien común, este nuevo pontífice tendrá el enorme desafío de continuar con la obra de Francisco en un mundo que, salvando las diferencias, enfrenta cuestiones bastante similares a aquellas de finales del siglo XIX y principios del XX: permanentes transformaciones, ilimitados avances tecnológicos y, fundamentalmente, el avance de ideologías extremas que apuntan a un mundo para pocos.
El tiempo y las decisiones que tome la Iglesia de Roma, representada por el nuevo pontífice, marcarán la vigencia y la continuidad de los legados de Francisco y León XIII.