A los 88 años, falleció Jorge Mario Bergoglio, el Papa argentino que revolucionó la Iglesia Católica y que nunca dejó de lado su pasión por el fútbol y San Lorenzo. Su amor por el deporte quedó inmortalizado en un rincón único del Vaticano.
La muerte del Papa Francisco provocó una profunda conmoción en el mundo entero. No solo por su rol transformador al frente de la Iglesia Católica, sino también por la figura cercana, humana y apasionada que construyó desde el primer día de su papado. Entre sus múltiples facetas, hubo una que nunca ocultó: su amor por el fútbol y, especialmente, por San Lorenzo, el club de sus amores.
Socio número 88.235 del Ciclón, Jorge Mario Bergoglio nunca dejó de ser ese chico que, de la mano de su padre, fue al Viejo Gasómetro por primera vez en 1946 para ver a un equipo que sería campeón con un fútbol inolvidable. Su ídolo de entonces fue Rinaldo Martino, integrante del mítico “Trío de Oro”. Desde entonces, la pasión cuerva fue inseparable de su identidad, como él mismo lo afirmó: “Ser de San Lorenzo es parte de mi identidad cultural”.
Durante su pontificado, Francisco montó en el Vaticano una pequeña vitrina que se convirtió en un verdadero museo del fútbol. Allí, entre camisetas, pelotas y trofeos, sobresalen los objetos vinculados a San Lorenzo: tres camisetas, entre ellas la que lleva su nombre y conmemora el Torneo Inicial 2013 —ganado a poco de su elección como Papa—, y los guantes del arquero Sebastián Torrico.
Pero quizás el objeto más simbólico sea la réplica del trofeo de la Copa Libertadores, conquistada por el club en 2014 de la mano de Edgardo Bauza. Aquel logro histórico mereció una visita especial al Vaticano de jugadores y dirigentes, quienes compartieron con el Papa la alegría de un título que quedó grabado para siempre en los corazones azulgranas.
El club también lo despidió con emoción: “Nunca fue uno más y siempre fue uno de los nuestros. Cuervo de niño y de hombre… Cuervo como sacerdote y como Papa”, expresó San Lorenzo en sus redes oficiales, recordando al hincha que siempre estuvo presente, incluso recibiendo los resultados del club por medio de un guardia suizo.
La Selección y los ídolos del mundo
El rincón futbolero del Papa también incluyó objetos de la selección argentina, como camisetas utilizadas en la Copa América 2011 y en el Mundial 2014, esta última firmada por todo el plantel. También se expone una pelota autografiada por Mario Kempes y una camiseta de Brasil de Pelé, a quien Francisco consideraba el mejor futbolista de la historia.
Uno de los momentos más recordados fue el encuentro que mantuvo en 2013 con las selecciones de Argentina e Italia. Allí, emocionó a todos con sus palabras y su humor. “Vieron que unos fueron obedientes y ordenados —los italianos— y otros desordenados y desprolijos —los argentinos—. Bueno, yo soy uno de ellos”, bromeó, desatando sonrisas y hasta lágrimas, como las del propio Lionel Messi, visiblemente conmovido.
“Con una pelota de trapo se hacen milagros”, decía el Papa, resumiendo su visión del fútbol como un fenómeno cultural y social que trasciende lo deportivo. En aquel encuentro, pidió a los jugadores que fueran modelos de lealtad, respeto, altruismo y solidaridad. “Son artífices del entendimiento y de la paz social”, remarcó.
El legado de Francisco trasciende lo religioso. Fue un Papa del pueblo, del barrio, del potrero. Su mensaje de humildad, amor y pasión también se expresó a través del fútbol. Y por eso, en cada cancha donde se respire el espíritu del juego limpio, su recuerdo vivirá para siempre.