La distopía de los NINI

  • Por: Ingeniero Emiliano Olivares , director de ICARO Consultora en Educación. Especial para SanLuis24

Vivimos la distopía de los NiNi, la nueva generación de votantes: ni se la contaron, ni la vivieron. Los hijos de la estabilidad democrática que eligen presidente por segunda vez en su vida -hoy un joven nacido en 2003 tiene 20 años-, han encontrado en el liberalismo más ortodoxo una suerte de rebeldía contra un orden establecido que les exhibe un país que no ofrece mayores garantías y donde la resignación de los sueños es moneda corriente.

Los relatos de frustración que comparten los jóvenes en formato digital, comprimidos en videos de escasos segundos, hacen foco en la dificultad de la emancipación, el sueño imposible de la casa propia y la contradicción dolorosa de un asalariado pobre. Poco lugar queda para valorar la democracia como modelo; menos aún si quienes proponen defenderla se envuelven en casos cada vez más inverosímiles de corrupción y decadencia moral.

Criados al fulgor de la impotencia, la generación NiNi -ni se la contaron, ni la vivieron- se muestra dispuesta a defender las medidas más polémicas de un «liberal» que cuenta en su haber la sólida experiencia de no haber gobernado siquiera una comuna y ser legislador con cero proyectos presentados. Mientras en redes sociales los jóvenes esbozan argumentos para justificar vouchers, apertura total del mercado y motosierras, su candidato sostiene que la libertad es poder elegir, literalmente, morir de hambre en caso de no conseguir un trabajo digno y se alía con el otrora culpable de la bomba que reventó la macroeconomía: Mauricio Macri.

La película resuena en nuestra cabeza: liberalización del mercado, globalismo y privatización; el problema es que la guardamos en formato VHS. Los jóvenes no están dispuestos a aceptar que su única esperanza liberadora es un fantasma de un pasado fracasado, aún cuando se les diga a gritos: para Milei, Menem fue el mejor presidente de la historia democrática argentina, sin errores y sin asteriscos aclaratorios.

El retorno del liberalismo privatizador viene acompañado de una verborragia virulenta que resulta hasta racional para un público que observa a la política desde un lugar de espectador impotente mientras se cruzan denuncias y culpismos. ¿Cómo no sentirse interpelado ante un discurso violento cuando la olla a presión está tan cerca de estallar? La estrategia de Milei de seleccionar un enemigo, denigrarlo, insultarlo y buscar representatividad desde el desprecio le llevó a cosechar un sólido 30 por ciento del electorado. Situación que nos lleva a replantearnos qué tan mal estamos para votar a un personaje que pareciera sacado de los cortos de Capusotto.

En el mar de propuestas increíbles, resulta impresionante la cuasi doctrinaria adopción por parte de la juventud de la medida más controversial del equipo económico de Milei: dolarización y eliminación del banco central. La convertibilidad, que reina con corona propia en nuestro baluarte histórico como el fracaso entre fracasos, vuelve con fuerza para convencer a una generación que en muchos casos verían su situación personal y familiar empeorar dramáticamente si fuera implementada. Capitalismo crudo que nunca derrama, en un castillo defendido por sus peones.

Frente al personaje que concentra la épica libertaria, en tarea titánica de ser el candidato de los 140 puntos de inflación, se ubica un político de carrera. Massa ostenta la medalla de mantenerse competitivo siendo parte de un gobierno que acumula desaciertos y que empujó a más del 40% de la población a la pobreza, sin resolver un sólo problema de la gestión anterior y profundizando otros.

Emiliano Olivares, Ingeniero Biomédico y Docente Universitario

El espanto que provoca Milei, bien fundado para los memoriosos y visible de a ratos -cuando no duele tanto la inflación- para los NiNi, es el único trampolín que puede catapultar a Massa a la Presidencia. No hay medida, propuesta, foto o apoyo que sea suficiente: solo la desnudez de Milei ante un electorado que ya no sabe en qué creer puede ser suficiente, con suerte, para tener la mitad más uno de los votos válidos.

La militancia peronista, con el recuerdo de mejores épocas y con la esperanza de que su misión no acabe, sino que inicie en diciembre, debe buscar el voto en las calles, en la escena digital y en todo foro que exista: Massa no es el futuro que les prometieron, es la salida posible a Milei. El ordenamiento general vendrá desde el peronismo, encarnado en un centrista que tiene más habilidad que heterodoxia y más oportunismo que convicción justicialista.

En nuestro caso, ciudadanos de a pie, que vemos horrorizados a personajes como el Tigre Acosta respirar aires de nuevos tiempos que les permita reescribir la historia, nos queda la tarea de contar, con tranquilidad, pero con épica, la cantidad de sangre, sudor y lágrimas que atravesamos para llegar hasta acá.

La economía no es todo. La reconstrucción de la Patria será con los pies adentro del plato, o no será.