A 80 años de la ruptura argentina con Hitler: el insólito plan de atacar Brasil y la reacción de Roosevelt, Churchill y Stalin

Tras el golpe militar del 4 de junio de 1943 contra el gobierno constitucional del presidente Ramón Castillo, la Argentina continuó manteniendo su “neutralidad” o “no beligerancia” ante el conflicto mundial. Recién el 26 de enero de 1944 rompió relaciones diplomáticas con el Eje y la decisión generó que el 27 de enero de 1944 el gobierno diera un comunicado “sobre la existencia en el país de una vasta red de espionaje por agentes del Eje”; suspendiera “todas las comunicaciones radiotelefónicas y radiotelegráficas con Alemania y Japón y los países o territorios aliados, ocupados o controlados por ellos” y suspendido “todo el intercambio comercial y financiero con Alemania y Japón y territorios dominados por esas naciones.”

Después de la contienda mundial los aliados publicaron varios documentos que comprometían a los nazis con el gobierno de facto del general Pedro Pablo Ramírez. Los valiosos documentos, revelados por Emilio Ocampo, miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso, forman parte del archivo privado del Brigadeführer Walter Schellenberg, Jefe del servicio de inteligencia y contrainteligencia de las SS y sus informes a Joachim von Ribbentropp, Ministro de Relaciones Exteriores, sobre las reuniones de sus agentes en Buenos Aires con el presidente “Palito” Ramírez y sus colaboradores pocas semanas después del golpe de junio de 1943. En un encuentro realizado en la Casa de Gobierno, el 28 de junio de 1943, Ramírez le propuso al agente nazi una alianza para abrir un nuevo frente en la guerra mundial lanzando un ataque a Brasil en una supuesta alianza con Chile y Paraguay. El general Ramírez estaba acompañado por el teniente coronel González (rival de Juan Perón dentro del GOU), jefe de la Cancillería presidencial; Capitán Filippi, ayudante y yerno de Ramírez y el Mayor Bernard, Secretario Privado del Ministro de Guerra.

La oferta del mandatario de facto argentino dejaba de lado la ficticia neutralidad argentina, sin tener en cuenta varios hechos: 1) el jueves 28 de enero de 1943, durante un encuentro en Natal, Brasil, el presidente Getulio Vargas acordó con Franklin Roosvelt la entrada de Brasil en la guerra a través de la Fuerza Expedicionaria Brasileña (con infantes, marinos y aviadores), al tiempo que los EE.UU. construían una poderosa base aérea en suelo brasileño para brindar apoyo a las tropas aliadas que combatían contra el Mariscal Erwin von Rommel en ‘Africa y preparaban la “Operación Husky”, la invasión del sur de Italia. 2) Ya se había producido la derrota alemana en Stalingrado y el 6° Ejército nazi había desaparecido; 3) Al mismo tiempo que en Europa las fuerzas aliadas en el Pacífico arrinconaban, semana a semana, las tropas del Imperio japonés y ya se había producido la derrota japonesa (con la pérdida de 4 portaviones) en la batalla naval de Midway en junio de 1942. Soñando con que Alemania podía aún ganar la guerra el gobierno argentino mandó a Berlín a Osmar Hellmuth, un agente secreto, para negociar una importante compra de armamento y llevaba una carta de Ramírez a Hitler. Enterados los aliados por la inteligencia británica el agente fue detenido durante el viaje (en Trinidad Tobago) y confesó los propósitos de su misión. En vista de esta situación, la presión de los Aliados sobre Argentina aumentó, culminando en la ruptura de relaciones con Alemania a principios de 1944. El ala pro-nazi del ejército consideró la decisión de Ramírez como una traición y Perón aprovecho la situación para deshacerse tanto de Ramírez como de González. Frente a la presión diplomática de los aliados, la Argentina demoró la ruptura de relaciones mientras intentaba una ruptura amistosa con Berlín en el que se salvaguarde el tráfico comercial argentino pero Alemania no la consideró.

Un año más tarde, entre el 4 y 11 de febrero de 1945, las grandes potencias que estaban a punto de vencer se reunieron en Yalta (Crimea, Rusia) para debatir cuestiones militares y las áreas de influencia política y económica del mundo después de la guerra. Otro tema importante que consideraron Franklin D. Roosevelt, Josif Stalin y Winston Churchill fue la creación e integración de la Organización de las Naciones Unidas, sucesora de La Liga de las Naciones, un nuevo órgano internacional que se inauguraría en la Conferencia de San Francisco a finales de ese año. El ex Secretario de Estado (1945-1947), James F. Birnes, recuerda en sus Memorias, que en la sesión del 7 de febrero, cuando se analizó la futura participación de las naciones latinoamericanas en el organismo, una primera premisa fue que debían pertenecer aquellas naciones que habían declarado la guerra al Eje. Estaban también las que habían roto relaciones diplomáticas con el Eje, y Roosevelt consideró asimismo a las naciones “asociadas”, las que no habían declarado la guerra pero colaboraban con la provisión de sus materias primas a los EE.UU. En esos momentos, los EE.UU. no reconocían al gobierno de facto de Edelmiro J. Farrell (formado el 25 de febrero de 1944), y los países latinoamericanos habían retirado sus embajadores en Buenos Aires (menos Chile, Bolivia y Paraguay), profundizando el aislamiento argentino. Gran Bretaña, por pedido especial de Franklin Roosevelt, retiró a su embajador David Kelly. Según asegura Alieto Guadagni en su libro “Braden o Perón”, durante toda la contienda la Argentina proveyó de carne y granos bajo el sistema de “libras bloqueadas” (inmovilizadas en una cuenta en Londres), Sin embargo, Churchill dijo “Todos sentimos profundamente y seguimos con ansiedad el hecho de que, en este tiempo de prueba para las naciones, Argentina no haya ocupado lugar, sin reserva ni calificación, al lado de la libertad, uniéndose, en vez de ello, al mal y, lo que es peor, al mal que está perdiendo la guerra […] Las naciones han de ser juzgadas por el papel que desempeñaron. No solo los beligerantes, sino los neutrales, encontrarán que su situación en el mundo no puede quedar enteramente ajena al papel que optaron por desempeñar en la crisis de la guerra” (Winston Spencer Churchill en “Obras escogidas”).

Fuente: Infobae